Los supervivientes de la 71ª edición del Giro de Italia tuvieron que afrontar la subida y posterior descenso del Passo di Gavia, en el recorrido de la etapa que unía Chiesa di Valmalengo con Bormio.
Fue uno de esos días que quedan marcados en la conciencia colectiva de un deporte. La frase más repetida fue que los corredores que consiguieron llegar a Bormio se habían ganado el carnet de ciclista para toda la vida. Poco importaba el puesto, ni el tiempo perdido. En una jornada tan dantesca, el deporte dejó de ser deporte y se convirtió en supervivencia.
Hacía muchos años que no se vivía una etapa así. Momentos para la historia, recuerdos que se fijan en la memoria y no se borran con el paso de los años: Van der Velde coronando el Gavia el primero y perdiendo 45 minutos unos kilómetros más abajo, en la meta de Bormio; Chiocchioli dejándose la maglia rosa y entrando en un túnel del que no saldría hasta 3 años después; Delgado con las manos casi cogeladas; Roberto Pagnin con cara agonizante tras cruzar la meta; todos los corredores ateridos, en unas imágenes que reflejaban a la perfección hasta dónde puede llegar el sufrimiento asociado a este deporte.
Los minutos cayeron escandalosamente a muchas de las figuras
del pelotón: 7:08 para Delgado, 9:21 para Bernard, 15:35 para Alcalá y
Sorensen... a 30 minutos llegarán Visentini y Saronni, desentendidos de
lo que ha pasado por delante. La clasificación sufrió un vuelco
total. El
estadounidense Hampsten es el primer corredor de su país en vestir la
maglia rosa. A pocos segundos de él (concretamente 15) queda el holandés
Breukink. El tercero, el antiguo lider Chioccioli, está ya a 3:54. Los
Carrera, que tan controlado tenían el Giro horas antes, se habían quedado
con la única baza de Zimmermann, que está cuarto a 4:25. Giupponi es
quinto a 4:55. Los demás están ya a diferencias siderales, como por
ejemplo Bernard a 9:37 o Delgado a 10:41.
Eso, en lo que respecta a lo cuantificable. Porque el daño interno fue mucho mayor. La imágenes en Bormio eran dantescas, con los corredores llorando, retorciéndose de dolor... muchos de ellos hicieron la mayor parte de la bajada en los coches de equipo, se bajaron de los mismos a 3 kilómetros de meta y cumplimentaron en sus bicis ese último tramo de etapa. No hubo descalificación por parte de la organización, que entendió las circunstancias. Muchos profesionales quedaron marcados. Pero habían conseguido sobrevivir al infierno helado. Ellos lo podrían contar con orgullo muchos años después.
Eso, en lo que respecta a lo cuantificable. Porque el daño interno fue mucho mayor. La imágenes en Bormio eran dantescas, con los corredores llorando, retorciéndose de dolor... muchos de ellos hicieron la mayor parte de la bajada en los coches de equipo, se bajaron de los mismos a 3 kilómetros de meta y cumplimentaron en sus bicis ese último tramo de etapa. No hubo descalificación por parte de la organización, que entendió las circunstancias. Muchos profesionales quedaron marcados. Pero habían conseguido sobrevivir al infierno helado. Ellos lo podrían contar con orgullo muchos años después.
Fuentes: http://pedaladasdehistoria.blogspot.com
AYUNTAMIENTO DE BONARES pasión por el deporte