En los días de verano que formalicé la inscripción a este trail nunca llegué a pensar que estas mismas temperaturas serían las compañeras de viaje por la tierras turdetanas pero, sorprendentemente, Agosto sigue ocupando el lugar que corresponde a Octubre.
No se por donde meter mano en esta crónica. Las sensaciones asaltan la memoria hasta llegar a colapsar las palabras en el teclado, pero hay una que golpea mi ego constantemente, el MURO, el MURO, el MURO...En esta ocasión los valientes que emprendimos la marcha lo hicimos a intempestivas horas de la noche. A quien madruga Dios le ayuda, dice el refranero. A las 6:00 horas en la Plaza del Consumo salíamos hacia Guillena cruzándonos con algunos para los que todavía no se les había roto la noche.
Durante el trayecto, por la autopista, fuimos testigos de un accidente y la imagen de un chico joven tirado en la calzada y asistido por los sanitarios nos puso el cuerpo malo. CUIDADO, MUCHO CUIDADO. Sólo deseo que esté bien y que todo haya sido un susto.
A las 7:00 recogíamos el dorsal en el polideportivo de Guillena. Como siempre, esos nervios. ¿Qué sería de una carrera sin ellos? A las 8:00 todos en el control de salida y un speaker de los pretorianos nos arenga antes de partir “concienciándonos” de la importancia de no tirar ninguna basura durante el recorrido: “no nos temblará la mano” para descalificar a quien arroje algo al campo, decía. Hasta los plátanos del avituallamiento tenían grabado el número de dorsal.Los primeros 18K transcurren muy tranquilos. Vamos sobrados de energías. Juanma y Carlos se quedan atrás y Poveda, Cortés y un servidor decidimos tirar un poquito. El primer avituallamiento en La Taberna (un bar-terraza) cercana al embalse. El sol acaba de salir y aún no ha sacado toda su fuerza, mermada por las sombras de la vegetación que flanquea el camino.
Una vez que nos reponemos comienza el tramo más duro hasta Castilblanco. Subidas y bajadas kilométricas van adentrándonos en una zona de arboleda más difusa con fincas de ganado porcino delimitadas con cercas de piedra. Juanma, Carlos y Poveda deciden arriesgar y no paran ni en las cuestas.
Salvador (Club Bonabike), apoyo del grupo de LINCES, nos hace de correo, informa como vamos de separados, que perfiles nos aguardan... También nos comenta si hay alguna fémina de buen ver cerca para motivarnos e incrementar el ritmo.
Aunque habíamos sobrellevado bien los rigores del recorrido, cuando llegamos al avituallamiento de Castilblanco de los Arroyos mi cuerpo empieza a no responder. Una sensación de cansancio que nunca antes había tenido. Tomo Coca-Cola y un plátano. Y agua, mucha agua. Seguimos en subida unos 2K y ya vamos de regreso por el camino de Santiago, con regajos, cuestas, trialeras, pedregales, y todo lo malo que se les pase por la cabeza.Aunque era en bajada mi cuerpo no respondía. Me había dado de bruces con el maldito “MURO”. Casi 200 pulsaciones y prácticamente andando. Para que se hagan una idea es como cuando te quedas sin batería en el móvil e intentas llamar y la pila se agota aún más rápido. Horrible. Corría 500 metros y necesitaba 1Km para recuperarme.
Insistí a Juan Carlos para que tirara el sólo. Yo iba a llegar a la meta aunque fuera arrastrándome como una culebra. Así fue. En los últimos kilómetros llegué a recuperarme y a duras penas adelantaba a corredores que parecían sacados de la serie Walking Dead (no se que pinta mostraba yo). Salvador me acompañaba y de vez en cuando rellenaba los botes de agua y algo de isotónica recalentada del bote de la bici. Sin su ayuda los rigores de los últimos kilómetros se hubiesen tornado más infernales, gracias.
En algunos tramos caminaba-corría sólo. Miraba hacia atrás y no me seguía nadie. El sol abrasador, las moscas, el sudor y el cansancio configuraban el cóctel perfecto para que mi vista me engañase sobre lo que iba viendo. A veces incluso tenía la falsa percepción de que estaba amaneciendo o atardeciendo. Me prometía una y otra vez que no iba a correr al menos en un mes, que iba a descansar. Y la temida pregunta que todo corredor se hace en estas tétricas coyunturas: ¿qué hago yo aquí?.
La llegada. A pocos metros de la meta el trazado se cortaba con un riachuelo de un aliviadero del embalse. Veía a corredores intentando sortear el obstáculo. A tomar por c.... Aquí hay que pasar con toda la dignidad y la cabeza bien alta por el centro del camino y con el agua hasta los gemelos (que me lo agradecieron). El efecto del agua fría sobre la piel fue mejor que cualquiera de los spas de un hotel de 5 estrellas. Un bautismo para el corredor hastiado. La antesala del mismísimo Monte Olimpo.
Subida de una cuesta y un comité de bienvenida aplaudiendo a los que pasaban. Casi se me saltan las lágrimas de la emoción. Qué subidón. Esto está hecho.
El tramo final por la pista del polideportivo y el speaker diciendo tu nombre a la vez que en el podio te dan el “turdetatino” es un instante que compensa todo el calvario anterior. Volvemos el año que viene. Si los dioses quieren.