La actividad deportiva, como ya hemos comentado en otros artículos, es un factor clave para el crecimiento de los niños. El deporte es salud; al mismo tiempo, es un agente socializador de importancia. Cuando los chicos comienzan a hacer deporte empiezan a relacionarse con otros chicos. El deporte permite poner el cuerpo en acción, moverse y así, expresarse.
Es, fundamentalmente, juego, e incluye un espacio para la competición. Al practicar deportes los chicos aprenden a internalizar reglas jugando a ganar y a perder, y viceversa.
No obstante, cuando el juego deportivo está estructurado en función del éxito, cuando lo que importa son los resultados y el principio rector es ganar a cualquier precio, el juego deja de ser tal y la lucha por la victoria se convierte en un sufrimiento.
Así, jugar al fútbol, al baloncesto, nadar, practicar tenis, de divertido… no tiene nada.
En el libro Mi hijo el campeón, se señalan los beneficios del deporte en la infancia: “A través del deporte el niño logra desarrollar destrezas y aprender habilidades, desarrollar la personalidad a través de la motivación para la competencia, fortalecer su autoestima en el respeto y aceptación de sí mismo, desarrollar habilidades sociales, aprender a aceptar un reglamento que es igual para todos y que lo lleva a aceptar posibilidades y limites, desarrollar procesos de percepción, evaluación, decisión y acción.”
Los autores destacan que no se trata de beneficios que se transmitan y adquieran automáticamente por la mera práctica sino que “deben ser cuidadosamente planificados y reforzados por los adultos.”
Así como en otras instancias de la vida de los hijos, también en el desarrollo de la práctica deportiva es fundamental la actitud que al respecto tengan los padres. Para G. Jeifetz, psicóloga especializada en deportes: “El apoyo -la incentivación- por parte de los padres para que sus hijos practiquen deportes, es fundamental, pero es importante no confundir motivación con presión.”
Al respecto M. Roffé, presidente de la Asociación de Psicólogos del Deporte Argentino, aclara que: “Existen actitudes de los padres que convierten al deporte en algo muy distinto a la diversión, a la actividad lúdica que es. Exigirles y presionarlos para que sean ”campeones” puede malograr el desarrollo de un deportista, lo mismo que si se aceleran los tiempos y la evolución natural del niño.”
“En la etapa de iniciación deportiva se intenta que el niño adquiera las habilidades físicas y psíquicas básicas, es importante que el niño descubra todo el potencial de movimiento que hay en él mediante la realización de tareas acordes con su grado de evolución individual. De lo que se trata es de adaptar el deporte a los niños y no los niños al deporte. La enseñanza apunta a educar al cuerpo a través del movimiento y no en función del movimiento, cuando esto no se cumple los chicos se sienten presionados, dejan de divertirse y eso hace que busquen alejarse del deporte.”
MI PAPA ME PRESIONA
Incentivados por sus padres, los chicos comienzan a practicar deportes, a desarrollar destrezas y a gozar del juego, pero muchas veces, pasado un tiempo, esos mismos niños empiezan a poner excusas para no ir: dicen que están cansados o que no tienen las zapatillas que necesitan. Los papás, desorientados, dolidos también por el bajo rendimiento y la negatividad de sus hijos a seguir “jugando”, no ven que sus niños están queriendo decirles de alguna manera que algo no anda bien en ese juego.
Roffé responsable del área de psicología del deporte de los seleccionados argentinos de fútbol juvenil (AFA), define: “Vivimos en una sociedad exitista, lo único que importa es ganar, los chicos reciben estos mensajes desde la publicidad de los canales infantiles, no se los invita a tomar la leche para jugar, se les propone tomar la leche para ganar, y muchas veces los padres, “sin querer queriendo”, incentivan esto. Los padres pueden ser una guía y un agente motivador tanto como un factor de presión.
Podemos graficar dos tipos de miradas de padres: uno, el que le pregunta al hijo luego de un partido: ¿te divertiste?, y el otro que pregunta: ¿ganaste?.
Lo fundamental, como padres, cuando nuestros hijos se inician en la actividad deportiva, es acompañarlos. Acompañar, es preguntar a los chicos si quieren que vayamos a verlos jugar, es observar los partidos o competiciones sentados, sin criticas, ni al propio hijo ni a los rivales ni al árbitro, acompañar es permitirles compartir el tercer tiempo con los demás niños/as, no hablarle del partido inmediatamente que terminó o llevárselo por que llegan tarde a la casa de la tía para almorzar.
Muchas veces los padres, aún con las mejores intenciones, proyectan en sus hijos su ansiedad, los objetivos cambiados, las propias frustraciones y se convierten en una presión que resulta un fuerte obstáculo tanto para la diversión como para el desarrollo deportivo y humano de ese chico.
“Acompañar es también depositar la confianza en los entrenadores. Es muy importante que los padres hablen con los entrenadores, que lo tanteen sobre su manejo con los niños, que sepan si ese monitor ve el deporte como un medio para educar o si en realidad lo que busca es otra cosa. El entrenador que no está especializado para trabajar con niños confunde los objetivos. Los chicos van a practicar un deporte para tener amigos, o para tener un momento de descarga, y terminan abandonando porque el entrenador los presiona con los resultados y porque los lleva a la competencia desmedida.”
GANAR ¿SIEMPRE GANAR?
Desde el comienzo de los tiempos el hombre –occidental- ha pretendido, y buscado, ganar, en el deporte, en el arte, en la guerra, en la política. En nuestros tiempos, el éxito, la fama, la gloria, la victoria se imponen como los ejes rectores de la vida. Y los niños, aún desde la más temprana infancia, no están exentos de los mensajes exitistas.
El problema es que hoy se confunde la victoria, por la que constitutivamente se lucha en el deporte, con la fama y el dinero.
“Ganar (siempre y con perfil alto para que todos se den cuenta), ser famoso y mediático, tener dinero, nada dice de ser feliz. Engañoso y lábil como pocos el culto al campeón esconde miserias humanas y nos aleja de los ideales que guían al deporte. Si no nos olvidamos que ganar es lo único, no vamos a hacer otra cosa que transmitir ese mandamiento. Callejón sin salida para los chicos.”
”El ser humano, por estructura propia, es competitivo. No importa a que juegue, uno siempre quiere ganar, nadie juega para no ganar, el tema es que eso no esté en primer plano, el eje hay que ponerlo en el buen desempeño, que ganar sea una consecuencia y no una causa, y más aún en edades formativas.”
Es, fundamentalmente, juego, e incluye un espacio para la competición. Al practicar deportes los chicos aprenden a internalizar reglas jugando a ganar y a perder, y viceversa.
No obstante, cuando el juego deportivo está estructurado en función del éxito, cuando lo que importa son los resultados y el principio rector es ganar a cualquier precio, el juego deja de ser tal y la lucha por la victoria se convierte en un sufrimiento.
Así, jugar al fútbol, al baloncesto, nadar, practicar tenis, de divertido… no tiene nada.
En el libro Mi hijo el campeón, se señalan los beneficios del deporte en la infancia: “A través del deporte el niño logra desarrollar destrezas y aprender habilidades, desarrollar la personalidad a través de la motivación para la competencia, fortalecer su autoestima en el respeto y aceptación de sí mismo, desarrollar habilidades sociales, aprender a aceptar un reglamento que es igual para todos y que lo lleva a aceptar posibilidades y limites, desarrollar procesos de percepción, evaluación, decisión y acción.”
Los autores destacan que no se trata de beneficios que se transmitan y adquieran automáticamente por la mera práctica sino que “deben ser cuidadosamente planificados y reforzados por los adultos.”
Así como en otras instancias de la vida de los hijos, también en el desarrollo de la práctica deportiva es fundamental la actitud que al respecto tengan los padres. Para G. Jeifetz, psicóloga especializada en deportes: “El apoyo -la incentivación- por parte de los padres para que sus hijos practiquen deportes, es fundamental, pero es importante no confundir motivación con presión.”
Al respecto M. Roffé, presidente de la Asociación de Psicólogos del Deporte Argentino, aclara que: “Existen actitudes de los padres que convierten al deporte en algo muy distinto a la diversión, a la actividad lúdica que es. Exigirles y presionarlos para que sean ”campeones” puede malograr el desarrollo de un deportista, lo mismo que si se aceleran los tiempos y la evolución natural del niño.”
“En la etapa de iniciación deportiva se intenta que el niño adquiera las habilidades físicas y psíquicas básicas, es importante que el niño descubra todo el potencial de movimiento que hay en él mediante la realización de tareas acordes con su grado de evolución individual. De lo que se trata es de adaptar el deporte a los niños y no los niños al deporte. La enseñanza apunta a educar al cuerpo a través del movimiento y no en función del movimiento, cuando esto no se cumple los chicos se sienten presionados, dejan de divertirse y eso hace que busquen alejarse del deporte.”
MI PAPA ME PRESIONA
Incentivados por sus padres, los chicos comienzan a practicar deportes, a desarrollar destrezas y a gozar del juego, pero muchas veces, pasado un tiempo, esos mismos niños empiezan a poner excusas para no ir: dicen que están cansados o que no tienen las zapatillas que necesitan. Los papás, desorientados, dolidos también por el bajo rendimiento y la negatividad de sus hijos a seguir “jugando”, no ven que sus niños están queriendo decirles de alguna manera que algo no anda bien en ese juego.
Roffé responsable del área de psicología del deporte de los seleccionados argentinos de fútbol juvenil (AFA), define: “Vivimos en una sociedad exitista, lo único que importa es ganar, los chicos reciben estos mensajes desde la publicidad de los canales infantiles, no se los invita a tomar la leche para jugar, se les propone tomar la leche para ganar, y muchas veces los padres, “sin querer queriendo”, incentivan esto. Los padres pueden ser una guía y un agente motivador tanto como un factor de presión.
Podemos graficar dos tipos de miradas de padres: uno, el que le pregunta al hijo luego de un partido: ¿te divertiste?, y el otro que pregunta: ¿ganaste?.
Lo fundamental, como padres, cuando nuestros hijos se inician en la actividad deportiva, es acompañarlos. Acompañar, es preguntar a los chicos si quieren que vayamos a verlos jugar, es observar los partidos o competiciones sentados, sin criticas, ni al propio hijo ni a los rivales ni al árbitro, acompañar es permitirles compartir el tercer tiempo con los demás niños/as, no hablarle del partido inmediatamente que terminó o llevárselo por que llegan tarde a la casa de la tía para almorzar.
Muchas veces los padres, aún con las mejores intenciones, proyectan en sus hijos su ansiedad, los objetivos cambiados, las propias frustraciones y se convierten en una presión que resulta un fuerte obstáculo tanto para la diversión como para el desarrollo deportivo y humano de ese chico.
“Acompañar es también depositar la confianza en los entrenadores. Es muy importante que los padres hablen con los entrenadores, que lo tanteen sobre su manejo con los niños, que sepan si ese monitor ve el deporte como un medio para educar o si en realidad lo que busca es otra cosa. El entrenador que no está especializado para trabajar con niños confunde los objetivos. Los chicos van a practicar un deporte para tener amigos, o para tener un momento de descarga, y terminan abandonando porque el entrenador los presiona con los resultados y porque los lleva a la competencia desmedida.”
GANAR ¿SIEMPRE GANAR?
Desde el comienzo de los tiempos el hombre –occidental- ha pretendido, y buscado, ganar, en el deporte, en el arte, en la guerra, en la política. En nuestros tiempos, el éxito, la fama, la gloria, la victoria se imponen como los ejes rectores de la vida. Y los niños, aún desde la más temprana infancia, no están exentos de los mensajes exitistas.
El problema es que hoy se confunde la victoria, por la que constitutivamente se lucha en el deporte, con la fama y el dinero.
“Ganar (siempre y con perfil alto para que todos se den cuenta), ser famoso y mediático, tener dinero, nada dice de ser feliz. Engañoso y lábil como pocos el culto al campeón esconde miserias humanas y nos aleja de los ideales que guían al deporte. Si no nos olvidamos que ganar es lo único, no vamos a hacer otra cosa que transmitir ese mandamiento. Callejón sin salida para los chicos.”
”El ser humano, por estructura propia, es competitivo. No importa a que juegue, uno siempre quiere ganar, nadie juega para no ganar, el tema es que eso no esté en primer plano, el eje hay que ponerlo en el buen desempeño, que ganar sea una consecuencia y no una causa, y más aún en edades formativas.”
Basado en el artículo escrito por Ariel Caballero, del Club Baloncesto Las Heras de Buenos Aires (Argentina)